El asesinato de Fernando Báez Sosa debe tener un castigo ejemplar. Las investigaciones previas auguran ese final. Pero también nos debe llamar a una profunda reflexión, despojada de todo montaje mediático, que apunte en dos sentidos: las causas estructurales fundantes de este brutal crimen y el accionar de los organismos estatales correspondientes y las fuerzas de seguridad tanto públicas como privadas. Sería simplista y hasta errado calificar a este atroz hecho como producto del salvajismo, de la irracionalidad. Se ha borrado hasta límites impensados la capacidad de discernir, de debatir,…
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