Ante el avance global de la pandemia muchas ideas y pensamientos nacen. También muchas problemáticas de los países quedaron expuestas y nos obliga hacer análisis, críticas y autocriticas. Pero sin dudas la principal cuestión es tener una mirada desde la política como herramienta de transformación.
Por eso será fundamental que las nuevas generaciones vayan analizando, organizando, evaluando y proyectando un nuevo esquema político en Argentina que contemple más igualdad real y concreta, más solidaridad humana, políticas de estado no discursivas sino más tangibles y visibles, un federalismo real. La tecnología al servicio del hombre y no el hombre a disposición de la tecnología. Despojarse de viejas contiendas e ideas que nos estancan y anclan sin poder mirar al futuro. Siempre respetando y valorando nuestra historia.
Son pocas las oportunidades que nos pueden quedar luego de esta pandemia. Es inviable un mundo como el actual con este insoportable nivel de desigualdad. Entonces no podemos volver a cometer los mismos errores, no podemos perder el eje nuevamente. Entender que la política tiene y debe estar a disposición de la sociedad y no ser un instrumento de construcción de poder individual o grupal; entender que es la herramienta más importante para cambiar la vida de millones de personas y que es tu oportunidad de trascender como ser humano.
Concretar todo lo que se dice en un discurso con hechos concretos y tomarlo como una obligación moral. Inaugurar una calle pavimentada no es un logro es una obligación moral, inaugurar un hospital, una escuela. Generar trabajo digno también.
Las nuevas generaciones estarán más controladas, más observadas y más presionadas. Por eso será fundamental entender que un cargo político debe estar al servicio del pueblo. Y serán ellos quienes los evalúen.
En los sindicatos se viene dando una larga discusión. Sin dudas es un esquema sólido, fuerte, de los mejores del mundo. El Movimiento Obrero Argentino y sus luchas es el responsable de las mejores conquistas para el pueblo trabajador y fue el dique que frenó los innumerables intentos por quitarnos la dignidad. Pero si bien tenemos una de las tasas de sindicalización más alta del planeta, aspiramos a mucho más. Es necesario generar nuevas ideas y herramientas. Hay que crear mecanismos para marginar a aquellos dirigentes que representan intereses opuestos a los trabajadores que deben representar. La gran informalidad que existe en la economía no debe ser ajena a las organizaciones sindicales y hay que combatirla de manera frontal.
Por suerte hay sangre joven que en la actualidad está transitando un cambio de rumbo, sin desconocer la rica y heroica historia del Movimiento Obrero Argentino. Aunque parte de la sociedad lo desconozca gracias a una persistente campaña de desprestigio llevada adelante por quienes ven afectados sus privilegios, la lucha sindical excede largamente las medidas de fuerza. Incluye un sin número de beneficios como salud, turismo, recreación, capacitación, educación que no solo abarcan al trabajador o trabajadora, sino que incluye a todo el grupo familiar. Pero debemos ir por más aún; hay que formar a los compañeros y compañeras para afrontar los cambios que inevitablemente se producen en el mundo laboral. No dejemos esto en manos de los empresarios. Para ellos es más barato descartarte y tomar a otros.
En tiempos de crisis las oportunidades de transformación son vitales, todo un desafío para estas nuevas generaciones; reconstruir un país diferente que contenga a todos, que no cometa los mismos errores sistemáticos y pueda proyectar nuevas formas y metodologías organizacionales. La juventud dejo de ser el futuro porque el futuro es hoy.